Fotos: Kattia Castañeda
Tulum, Quintana Roo.- Era muy temprano para recordar cómo surgió el primer equipo de sóftbol femenil en Caucel, pero lo hizo. A las seis de la mañana, cuando nos dirigíamos a Hondzonot, un municipio de Tulum que está en los límites de Yucatán y Quintana Roo, para jugar con las Diablillas, Cecilia de los Ángeles Gonzales Sonda contó que todo comenzó a sus 40 años, cuando su amigo beisbolista de 1ra. base, José Manuel Alonzo, le regaló cuatro pelotas, un bate de madera y un guante o mascota, como le dicen originalmente, y que aún conserva.
Sentadas en la primera fila del autobús, cerca del chofer que disminuyó el volumen de su música para estar al pendiente del camino o cualquier indicación, “Ceci” dijo que convocó a sus amigas, vecinas y/o conocidas del poblado para formar el equipo que actualmente se llama Guerreras de Caucel, ya que tenía las “armas” para enseñarles lo más básico del deporte que se suele confundir con el béisbol.
Su amigo, el beisbolista, fue el aliado perfecto para que aprendiera técnicas, pero el campo, los partidos y las experiencias en estos, son los que realmente le enseñaron y la formaron. “Ceci” rememoró. El primer equipo se llamó Ángeles de Caucel y se desintegró por envidias. Su amor por el “soft” es muy grande, por eso creó otro; lo nombró Mayas de Caucel y tampoco sobrevivió.
En 2018, hace cuatro años, la capitana y varias de sus jugadoras fieles: Betty Pech, Irma Méndez, Leidy Ku, Reina Rivas, Maritel Márquez, Lupita Pinto y Esther Franco, decidieron continuar bateando en conjunto con otras 11 mujeres y su actual nombre.
El sábado 14 de agosto, lo hicieron con las Diablillas de Hondzonot, quienes son conocidas en la península de Yucatán y todo el mundo por ser mujeres mayas que rompieron paradigmas en un deporte en el que se porta traje y tacos, con su vestimenta tradicional, el hipil, y corriendo de base en base, descalzas.
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Eran las 11 de la mañana. Llegamos a Yokdzonot, una localidad de Yaxkabá; paramos a estirar las piernas y a desayunar un sándwich de pollo y espagueti que “Ceci” preparó la madrugada del mismo sábado. Estábamos casi a mitad de camino y aunque había un poco de cansancio, en el rostro de las jugadoras se notaba entusiasmo. Imaginaban varios escenarios en el hogar que las Diablillas de Hondzonot formaron y han compartido a sus hermanas que, así como ellas, aman el sóftbol.
La líder de Guerreras de Caucel, que en noviembre cumplirá 54 años y posiblemente lo festeje con un juego, mientras se avanzaba, platicó que era un día feliz y no importaba lo cansado, porque llevaban tiempo esperando el encuentro amistoso.
El autobús comenzó a tambalearse y la vegetación cambió. Una comunidad, previa a Hondzonot y el escudo plasmado en una pared del municipio de Tulum, avisaron que faltaba poco. Quienes decidieron echarse un “pestañazo” o un “coyotito”, despertaron. “Ceci” intentó enviarle un mensaje a Fabiola May, la capitana de las Diablillas, pero fue imposible, no había señal y para comunicarse se tenía qué comprar una ficha que en ese momento, no se podía conseguir.
El chofer continuó avanzando y con cuidado paró a un costado del campo que las jugadoras enseguida ubicaron por las fotografías que se han publicado en medios de comunicación o en las redes sociales. Agarraron sus maletas, donde tenían el uniforme y bajaron emocionadas del autobús.
Teresita, quien es integrante de las Diablillas de Hondzonot, fue quien nos recibió en su hogar que está frente al terreno de juego, en donde hay una piedra gigante que lleva el nombre de su equipo de sóftbol plasmado. Mientras todas se alistaban, la joven de 31 años, que no sabía si iba a participar porque cocinaba, me dijo que a penas comienzan a jugar, las restricciones que se establecieron por la pandemia del Covid-19, las detuvo casi un año y medio.
Las mujeres mayas por el momento sólo juegan en su campo y reciben a sus rivales, que más bien, son sus amistades, y salen de ahí cuando son invitadas en otros municipios. La economía actual en el sitio, no es buena. Teresita y su hija, por ejemplo, venden pulseras de chaquiras y hacen bordados.
Cerca de la una de la tarde, ambos equipos se reunieron en la cancha. “Ceci” se acercó a las Diablillas de Hondzonot y les entregó un presente. Fabiola mencionó entre aplausos: “Esto siempre va andar con nosotras”. El partido comenzó.
Aplausos, música, pequeños bailes, risas, checadas de manos y ánimos del público, en su mayoría hombres que disfrutaban de su cerveza bajo los árboles, amenizaban el juego. Cuatro horas fueron de diversión y en el que las y los visitantes, en cada carrera, se preguntaban: ¿Cómo las Diablillas pueden correr a altas temperaturas descalzas? El secreto es de ellas y la costumbre, también. Los equipos intercambiaron pelotas, las firmaron y después formaron dos filas para volverse a saludar. La foto del recuerdo, no faltó.
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Así culminó el día más feliz de las Guerreras de Caucel, un equipo que así como las Diablillas de Hondzonot, van recorriendo comunidades, pueblos, con suerte, estados, compartiendo la pasión que tienen por el sóftbol que por ahora no tiene una liga nacional femenil.
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