Las muertes de Mariana Sánchez y Karla Jaqueline, en Chiapas y Yucatán, respectivamente, es el desenlace fatal de lo que pueden llegar a vivir estudiantes de medicina del país a la hora de hacer su servicio social en comunidades sin seguridad y remotas.
Texto y fotos: Kattia Castañeda
Mérida, Yucatán.- Son las 11:30 de la mañana del lunes 1 de febrero, es inhábil, pero eso no impide a estudiantes de medicina de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), Universidad Marista y Anáhuac Mayab, que comiencen a reunirse en el McDonalds de Paseo de Montejo. Se alistan para tomar el Monumento a la Patria, un referente para llevar a cabo protestas en Mérida.
Con batas blancas, cartelones y el semblante de coraje e indignación, se agrupan en el monumento y gritan: “¡Seguridad! ¡Seguridad para el servicio social!”, recordando a Mariana Sánchez Dávalos, de 24 años, quien era pasante de medicina de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) y que fue asesinada el pasado 18 de enero en la colonia Nueva Palestina, en el municipio de Ocosingo, Chiapas.
También trajeron a la memoria a Karla Jaqueline Gutiérrez Kú, de 25 años, quien también fue hallada muerta en el consultorio del Centro de Salud de Tahdziú, el 15 de septiembre de 2020, aunque su caso fue registrado como suicidio por las autoridades de Yucatán. Del mismo modo, pidieron por todas las estudiantes que han sufrido abuso y violencia sexual haciendo su pasantía.
Antes de partir hacia el parque de Santa Ana, ubicado sobre la calle 60 del Centro Histórico de Mérida, los estudiantes mencionaron que los casos de Mariana Sánchez y Karla Jaqueline Gutiérrez no pueden pasar desapercibidos, además de que sus casos son “la punta del problema que hay detrás de todos los estudiantes de medicina” en México y Yucatán.
“La pasantía, el servicio social, es una actitud de riesgo. Por eso nos levantamos con coraje y valor, porque ya no tenemos miedo y ya no pensamos quedarnos callados. Queremos luchar y marchar para ser escuchados, entablar conversación, llegar a acuerdos y reformar porque es necesario luchar por nuestros derechos y por tener un servicio social seguro, digno y que no se atente contra nuestra vida”.
Los estudiantes explican que son enviados a las zonas rurales solos y no hay quién responda por ellos en caso de estar en alguna situación de riesgo. Muchas mujeres han sufrido violencia y abuso sexual y, aseguran, a su tiempo estarán listas para hablar sobre este tema, cada vez más visible entre la comunidad estudiantil.
“En el último año, hay casos (de violencia y abuso sexual) en todas las escuelas (Uady, Marista y Mayab) y van a ir saliendo poco a poco. Es difícil para nosotras como mujeres exponerlos, ya que la gente nos señala y nos dice (cosas); no es fácil decir que se sufrió un abuso, estar en esa situación. A veces no se sabe cómo reaccionar”, pero las estudiantes advierten que ahora ya no temen y por eso han decidido luchar.
Varios de los casos de violencia y abuso sexual ya fueron atendidos, indican, pero aún así exigen a las autoridades correspondientes y a las universidades “la protección y seguridad para los que están haciendo su servicio social” y así evitar que sucedan situaciones como las que vivieron Mariana Sánchez en Chiapas y Karla Jaqueline Gutiérrez en Yucatán, respectivamente.
Claudia Jiménez, quien es madre de una joven que apenas inicia la carrera de medicina, sosteniendo el cartel con la leyenda: “No quiero que mi hija sea la siguiente”, dijo a Voces Libres que así como “nos obligan a tener ciertas medidas de seguridad para los empleados y nos visita la Secretaría de Trabajo y Previsión Social y el mismo Seguro Social nos exige unas condiciones seguras, de la misma manera la universidad y las autoridades deben hacerse cargo de la seguridad de nuestros hijos; hombres y mujeres están expuestos a condiciones inseguras durante el servicio social”.
Ya instalados en el parque de Santa Ana, los estudiantes propusieron cancelar las plazas en zonas donde ni el gobierno ni la universidad puedan respaldar la protección de los estudiantes, que haya la opción de que el servicio social sean en parejas y aumentar el monto de la beca que se les brinda, ya que muchos no tienen recursos para sostenerse en el sitio que les toca.
La señora María Guadalupe Kú Cobá, madre de Karla Jaqueline, se une a ellos, toma el megáfono y pide a las autoridades competentes “que revisen muy bien cómo es el reglamento que tienen los jóvenes estudiantes”, porque los tienen en situaciones inhumanas. Además, expone que: “hasta el día de hoy, a pesar de que desde septiembre hice una petición al sector salud (para investigar el caso de su hija), no he recibido respuesta alguna”.
“Tiemblo, me tiemblan los pies. Sangra mi corazón. Meses que he estado encerrada en mi casa pidiéndole a Dios que me de luz y guía para llegar a los culpables. Después de fallecida mi hija, me entero que tuvo severas crisis de ansiedad, que no me fue notificado”, dice llorando frente al grupo de estudiantes de la Uady, Marista y Anáhuac Mayab.
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Con el corazón desgarrado, María Guadalupe, quien se ha unido a los estudiantes en su lucha y que comparte el mismo dolor de todas las madres que han perdido a sus hijos, aprieta el megáfono: “¡Ni una más!”. Momentos después, le respondieron: “¡No estás sola!”.
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