Víctor Hugo Márquez es pintor y durante la pandemia del Covid-19 se topó con ciertos obstáculos para poder desarrollar su profesión en Yucatán.
Texto y fotos: Kattia Castañeda
Mérida, Yucatán.- Tras perder su trabajo por la pandemia del Covid-19 en una academia de danza en la que vendía productos, hace aproximadamente un año, Víctor Hugo Márquez Givaudán, decidió seguir estudiando y perfeccionando su técnica de dibujo y pintura acrílica en piedra caliza. Ahora, se dedica a vender piezas únicas en diversos puntos de Mérida, así como en otras partes de la península y el mundo, pero se ha topado con ciertas dificultades.
Víctor Hugo, quien se considera una persona de muchos lados porque nació por accidente en Chiapas, vivió en la Ciudad de México y Aguascalientes, viajó por varias partes del país y se estableció en Yucatán desde hace más de una década, señala que han surgido obstáculos en su emprendimiento, tal y como conseguir la piedra. En Dzityá, pequeña comisaría del norte de Mérida, donde mayormente se trabaja el mármol. Allá pidió ayuda para encontrar la ideal, pero los artesanos censuraron su idea de darle color, ya que ellos “alegaron” ser especialistas en el tallado y eso no está “permitido” porque pierde originalidad.
Otro obstáculo para este pintor es la comercialización de sus obras. Logró colocarlas en casas de artesanías, pero estas apenas comienzan abrirse, después de permanecer cerradas por meses por la pandemia. Los grupos de Facebook han sido una alternativa, ya que en ellos hay extranjeros u otras personas del país que se les interesa y aprecian ese tipo de arte; los locales, muy poco, confiesa Víctor Hugo.
“Desafortunadamente los mexicanos no tenemos esa cultura de consumir arte. Lo primero que dicen es que no hay dinero, prefieren pagar mil pesos en una fiesta”, opina.
Representaciones de la diosa Ixchel, Ah Puch, los dioses gemelos del libro Popol-Vuh, Hunahpú e Ixbalanqué y ceremonias como el Chaa-Chaac, son las que plasma con ayuda de pinceles y su dedo, haciendo un efecto especial, muy parecido a la acuarela. Igual pinta lugares como Pomuch, Campeche, donde cada año, para finados, veneran a sus familiares fallecidos limpiando sus osamentas, o situaciones relacionadas a la cotidianidad de un yucateco o yucateca. Los precios de los cuadros van desde los 100 pesos hasta los mil y tarda en realizarlos entre dos y cuatro días, todo depende del tamaño.
Otro duro golpe para Víctor Hugo y su esposa fue el cambiarse de hogar, pues tenían que reducir gastos. Afuera de su actual casa, ubicada en la colonia México Poniente, muy cerca del Aeropuerto Internacional de Mérida, se pueden ver retazos de sus primeras rocas y pinturas fallidas, así como en un cubículo que está cerca de su sala que convirtió en estudio y sitio para estudiar anatomía, materia que imparte en línea a una maestra de arte.
“Para mí la pandemia fue una bajada económica, pues hizo que me cambiara de casa; vivía en Ciudad Caucel. También fue de mucho aprendizaje, ya que he podido leer y estudiar”, comenta para Voces Libres.
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Víctor Hugo confiesa que, a pesar de estas limitantes, se dedica a cuerpo y alma a sus figuras, porque “sí se puede vivir de ellos echándole todos los kilos, la mente y el corazón”, pese a que el arte no sea valorado por los mexicanos, ya sea por darle prioridad a otros temas o por falta de cultura.
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