Fotos: Leandro Chacón
Mérida, Yucatán.- Una vez más decenas de usuarios de cannabis tomaron el Parque de la Paz para manifestarse en Mérida. Exigieron la liberación de la marihuana y lo hicieron quemando porros. Había todo tipo de personas y géneros. Era un espacio seguro, algo así como una hermandad, donde la discriminación y la criminalización eran términos inexistentes.
La cita fue a las 4:20 de la tarde. Misma hora en que un grupo de jóvenes acostumbraban a fumar marihuana en la estatua de Louis Pasteur que estaba en la Secundaria de San Rafael, en California, Estados Unidos. Puntual a esa referencia, Cuauhtli Laguna Peraza, del “Colectivo Cannábico Dzac Yah”, dio por inaugurada la concentración cannábica.
El activista mencionó que la concentración realmente fue una protesta pacífica. No marcharon por el extremo calor y bochorno que hay en esta época. Decidieron agruparse, para hacer un reclamo: que se les brinde un trato digno, que haya libre cultivo de la hierba, portación libre y espacios de usos compartidos, algo que ya estaban realizando.
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Aunque durante la concentración nadie fue discriminado o criminalizado por fumar o portar marihuana, Cuauhtli Laguna reveló que en Yucatán hay una persecución policial contra usuarios cannábicos en Mérida. “Siguen metiendo a los separos a quienes tienen cannabis y direccionando con un juez a quienes portan más de lo debido”.
Un folleto que dio el “Colectivo Baktún 420” durante la rodada cannábica del 20 de abril, se puede leer que la Ley General de la Salud viola derechos humanos y afecta a los ciudadanos adultos que consumen cannabis o marihuana. Mientras esa ley no sea modificada, seguirá la discriminación y criminalización contra estas personas.
“Desde el hecho que tengas que pedir permiso o le tengas que avisar al estado que vas a consumir cannabis, desde allá el asunto ya está siendo discriminatorio”, nos explica Cuauhtli Laguna. El activista comentó que los legisladores mexicanos cometieron el error de legislar primero el mercado del cannabis y luego el tema de los derechos humanos.
Aunque había personas de todas las edades, la mayoría eran jóvenes. El activista mencionó que este es un sector de la población donde el estigma social y familiar pesa aún más en una ciudad como Mérida. “El hecho de que tengamos miedo de decir que consumimos ciertas sustancias, uno se pone a pensar en qué tipo de sociedad vivimos”.
Los señalamientos hacia un usuario cannábico a veces son inhumanos. A veces no solo se criminaliza: “Peor aún, se hace de menos a una persona, se le señala como ciudadano de segunda por el simple hecho de que consume una sustancia que por intereses prohibieron”. Cuauhtli dice que esa situación reprime a los jóvenes que fuman marihuana.
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Y si los legisladores no hacen su trabajo en materia de derechos humanos en torno a los usuarios de cannabis, el activista plantea: “Tenemos al estado que podría dar un cese de persecución, algo que la SSP podría acatar, pero no vemos ningún posicionamiento”. Mientras se libera la marihuana, la desobediencia civil, por el momento, es fumar porros.