Cómo Calcehtok y Kanachén lograron la clausura de una granja de cerdos
Semanas atrás, la Profepa clausuró la granja Gary 7, un aparcelario de Kekén. El cierre de este criadero de cerdos empezó en Kanachén y la tarea la culminó Calcehtok. Esta es la historia de cómo dos pueblos impusieron condiciones para detener la operación de este criadero.
Texto y fotos: Leandro Chacón
Opichén, Yucatán.- A menos de dos kilómetros de Kanachén, un pequeño poblado ubicado a 56 kilómetros de Mérida, está instalada la granja Gary 7. De acuerdo con el documento La carne que está consumiendo al planeta de Greenpeace, este sitio de engorda de cochinos empezó a operar en 2015. A principios de 2020, cinco años después, los pobladores se hartaron del mal olor y la contaminación.
“Cuando había salida de cochinos, todo el apeste acá se quedaba”, me comenta el aún comisario William Paul Cajúm. No sólo el paso de camiones repletos de cerdos molestaba a la gente, también el mal olor que provoca el excremento de estos animales, el cual se intensifica en esta época de lluvias. “Sigue apestando, pero depende para qué lado esté soplando el viento, pero si pasas por la granja lo vas a sentir más”.
A finales de enero del año pasado, Kanachén empezó a manifestar su descontento por la granja. Bloquearon la carretera donde frecuentemente pasaban los camiones repletos de cerdos. Virgilio Ek, vecino de la comisaría de Calcehtok, perteneciente al municipio de Opichén, recuerda que la gente tomó los camiones de cerdos. “Lo hicieron para llamar la atención, para decirle al mundo que acá hay un problema”, me dice.
Las protestas de Kanachén no pasaron desapercibidas, debido a que Grupo Porcícola Mexicano, mejor conocido como Kekén, se acercó a la comunidad a través de la entonces alcaldesa Merlene Catzín, quien intentó hacer que William Paul Cajúm firme un convenio para que los bloqueos carreteros cesen. A cambio, Kekén se comprometía a levantar un consultorio médico para el beneficio de los pobladores, pero no aceptaron.
“Yo tenía que firmar un preacuerdo, pero yo no fui solo (al Palacio Municipal de Maxcanú). Yo llevé al comisario ejidal, a gente de acá. Cuando yo llegué allá, les dije que no iba a firmar nada, les dije que vayan al pueblo para que la gente escuche las propuestas”. William quería que su pueblo sea consultado, pero no quisieron. “Ellos querían que llegue, reciba un dinero para que firmara, me callara y el problema se acabara”.
Otro de los motivos por el cual no se llegó a un acuerdo fue por las prioridades de Kekén. “Calcetoh siempre ha recibido apoyo de Kekén, desde que inició la granja hasta la fecha, porque Kekén hizo un convenio con ellos para que todo el tiempo que estén, ellos reciban apoyo para mejoras, porque cuando Kekén mete una granja da apoyos, pero los camiones de cerdos no pasaban por Calcetohk, la friega era aquí Kanachén”.
Al no ser tomados en cuenta por Kekén, Kananchén no firmó ningún documento y lograron que los camiones de cerdos, así como los insumos para la engorda de estos animales que pasaban por el pueblo, dejaran de pasar. “Si Calcetohk recibía todas las mejoras y acá sólo nos estaban perjudicando y nos podían perjudicar a la larga, la gente dijo que mejor se vayan a Calcehtok, donde actualmente está el problema”.
Paul Cajúm cree que la gente tampoco aceptó por dignidad, porque nunca fueron considerados desde un principio. “Una persona cuando quiere ayudar, lo hace desde el inicio, no lo hace cuando ya siente la soga en el cuello”. Al final, me dice que se dieron cuenta que no necesitaba la ayuda y le pasó la problemática a Calcehtok que, a diferencia de Kanachén, la situación se dividió entre quienes querían y quienes no querían la granja.
Virgilio y su lucha contra la granja
“Ellos finalmente sí impusieron sus condiciones y los camiones dejaron de pasar”, me comenta Virgilio Ek, un vecino cuya casa está sobre la carretera que conecta Kanachén con Calcehtok. Seis meses después de la victoria de Kanachén, él, junto con otras 15 familias, comenzaron su lucha contra la granja Gary 7, porque los camiones repletos de cerdos empezaron a pasar por el sitio. La peste a excremento de cerdo había llegado.
Entrevistado debajo de un árbol, frente de su casa, Virgilio Ek me cuenta que luego de unas reuniones con William Paul Cajúm, él y el grupo de familias que estaban en contra de la granja decidieron iniciar un juicio legal en contra del criadero de cerdos. Me confiesa que tomaron esa decisión por lo que habían leído en la prensa escrita sobre los casos de Homún y Kinchil, quienes también habían emprendido una batalla legal contra granjas.
“Vimos que tenían o tienen la asesoría del Colectivo Indignación. Entonces, buscamos ese apoyo”. Me comenta que él sabía que emprender un juicio de esta magnitud no iba a ser sencillo, sino todo lo contrario. Otro factor en contra que tenían, es que no todo el pueblo apoyaba su lucha. “Porque algunas personas trabajan en la granja. Finalmente, no tuvimos el apoyo de los vecinos porque no sufren el problema que vivimos”.
Pese a que él y las otras familias tenían todo en contra, gracias al apoyo que les brindó el Colectivo Indignación, se logró que el 27 de mayo pasado, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) coloque sellos de la clausura en la granja Gary 7 “por no contar con las autorizaciones en materia de impacto ambiental, por las afectaciones a la biodiversidad, por no presentar los resultados de sus descargas de aguas residuales”.
Aunque todavía el portón de la granja cuenta con dicho sello, Virgilio Ek asegura que el criadero sigue funcionando. “Sigue operando la granja porque todos los días pasan cochinos y cargamentos de alimentos que van entrando”. Mi entrevistado comenta que cada tres o cuatro meses los cochinos son retirados, lo que provocaba que al día hasta unos siete camiones de transporte de cerdos pasara por el pueblo de Calcetohk.
“Sabemos que no están en regla y lo confirmamos, Profepa vino, clausuró y sacó un dictamen, dijo que no están cumpliendo con esto y esto y es por eso que se clausuró, no porque nosotros hayamos querido que sea clausurada”. Sin embargo, para ellos la clausura no es suficiente, porque lo que deseaban es que la granja sea deshabilitada, sobre todo porque en esta época de lluvias el apeste a excremento es insoportable.
Virgilio también me confirma las prácticas irregulares de Kekén con la instalación de sus consultorios médicos. “Kekén hace un proceso medio raro, llegan con el comisario o tienen negociaciones con el presidente municipal, pero no sabemos de qué tipo porque lo hacen a puertas cerradas y finalmente el comisario autoriza la instalación del consultorio”. Para él es irónico porque lo único transparente fue la inauguración del módulo médico.
Él es consciente de que esa forma de operar de Kekén es para darle “atole con el dedo” a la comunidad. “Porque muchas familias están necesitadas del servicio médico, cuando no hay médicos acá. Con la puesta en marcha de este consultorio, más o menos se resuelve esta necesidad que tenemos en la comunidad”. Para Virgilio Ek esta es una forma de amarrar a la gente ya que el mensaje es claro: “Ahora dame chance con mi granja”.
“Yo veo un trabajo de esclavos”
Tanto Virgilio como William, saben que las afectaciones que provoca la granja Gary 7 son mayores que los beneficios que otorga. “Yo en lo personal digo que el empleo no es de calidad porque la gente tiene que esclavizarse ahí y les pagan una miseria. Yo veo un trabajo de esclavos, pero la gente (de Calcehtok) no lo ve así, lo ve como: ‘Kekén está dando unos cuantos empleos’, pero con esos empleos tiene contentos a algunos”.
William Paul Cajúm me comenta que anteriormente unas 15 personas de Kanachén trabajaban en la granja, pero la explotación laboral que hay en el criadero hizo que sólo unas cuatro personas estén laborando actualmente. “Tú trabajas por tu sueldo y si te sacan, no puedes pelear nada, no hay antigüedad, no hay contratos, todo es de palabra”. Y aunque el pago es de mil 200 semanales, para alguien de Kanachén, es suficiente.
A unas casas de donde vive el comisario, me entrevisté con un hombre que trabajó como jornalero en la granja Gary 7, así como con la esposa de otro extrabajador, quien en ese entonces no se encontraba. Ambos me contaron sus experiencias en el anonimato por obvias razones. La esposa fue la primera en hablar y confirmar la explotación laboral que se vive en el criadero. “Pasaban tres o cuatro días y yo no veía a mi esposo”.
Ella explica que su marido a veces sólo iba a comer y se iba de nuevo a la granja. “A veces se iba de madrugada y el mismo sueldo le daban. Él iba a criar cerdos, iba a sacar cerdos, iba a vacunar y yo le preguntaba: ‘¿Te vuelves a ir? No vale la pena trabajar por lo que te pagan’”. La entrevistada me dice que su marido ganaba mil 200 pesos semanales, lo cual no era redituable por todo lo que tenía que hacer dentro de la granja Gary 7.
¿Trabajaba más de ocho horas? Le pregunto a la mujer. Su respuesta fue la siguiente: “Sí, él sí.No te digo que a veces tres o cuatro días no lo veía. Yo le preguntaba que qué comía, aunque a veces sólo venía a comer y se iba”. Inmediatamente, mi otro testimonio responde sin que yo le haya preguntado. “A nosotros (los jornaleros) nos requete aprovechaban, porque a veces no iba el que lavaba las granjas y nos metían a nosotros”.
El hombre continúa diciéndome que él a veces se peleaba con su jefe porque no quería entrar. “Aquí lo que yo diga se va a ser, sino te gusta está muy grande el portón para que salgas”, esa es una de las frases que recuerda mi entrevistado cada que alguien se ponía “al brinco”. También recuerda que no podía ir a consultar si se enfermaba, porque si se ausentaba más de dos horas, le descontaban un día de su sueldo semanal.
“A veces los días festivos no te lo pagaban”, me comentan los dos al mismo tiempo. “Yo le decía: ‘si no me das mi día festivo, voy a agarrar mi día festivo aunque no me lo pagues’. El jefe me decía: ‘si tú lo agarras, te voy a descontar doble’”. Aunque su trabajo era desyerbar, también criaba cerdos y lavaba los pisos de excremento. Me dice que el olor a mierda es penetrante, aunque para su buena suerte, él nunca se enfermó de nada.
Antes de irme de Kanachén, me encontré con un señor al que llamaré Patricio. Lo he bautizado así por la inicial de su verdadero hombre. Fue Patricio quien respaldó las palabras de Virgilio Ek de que la granja está operando. ¿Está funcionando normal? Le pregunto por la granja de cerdos. Su respuesta es un sí repetitivo sincero y desinteresado, mientras continuaba realizando otras actividades para sacar un poco más de dinero.
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“Les damos de comer y limpiamos la mierda. Si ahorita usted llega a ver como queda todo por las lluvias, andamos entre el lodo. Una ropa diaria usamos”. Antes de que continúe, lo interrumpo para preguntarle si ese lodo al que se refiere es excremento de cerdo y me contesta: “pura mierda, pura mierda. Todo apesta, la verdad”. Ya cuando viajaba rumbo a Mérida cayó un aguacero y sólo pensaba en la peste que se iba a sentir por las lluvias.
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