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Paulino Celis, el escultor maya que no es reconocido en Mérida

En Yucatán existe un escultor maya que esculpe simbologías de sus antepasados, pero al igual que la población indígena del estado, está en el olvido.

Texto y foto: Kattia Castañeda

Mérida, Yucatán.- Cuando era chiquita recuerdo jugar con mis primos cerca del taller de Paulino Celis Pech, mi abuelo. Era un lugar polvoriento, con techo de lámina y paredes de palos; estaba a un costado de su actual casa en Mérida, junto a dos matas de ciruela que cayeron por los fuertes vientos del huracán Isidoro en 2002. No tenía idea de lo que hacía, ya que por largas horas, en compañía de sus cinceles, esculpía piedras.

Aunque a veces me daba la oportunidad de picar los retazos de sus rocas, prefería andar corriendo por toda la casa o estar como chango en los arbolitos, pero no fue hasta ser adulta cuando tomé realmente en serio su trabajo. En mi breve caminar descubrí que era escultor y tenía el sueño de donar una de sus obras más significativas: “Hunab-Ku”, que significa el sentido cósmico de la vida y es el retoño de la ciencia y sabiduría que dejó el libro sagrado de los mayas, el Popol-Vuh.

La escultura que se encuentra a un costado de la parroquia San Bartolomé, en el municipio de Seyé, Yucatán, fue elaborada por Paulino Celis.

La obra de la cual les hablo, fue instalada el pasado 26 de agosto a un costado de la parroquia San Bartolomé Apóstol de Seyé, municipio que se encuentra a 39 kilómetros de la capital de Yucatán, y de donde es originario “tatich”, como le decimos de cariño, cumpliéndose de esa manera el deseo que desde joven tuvo, tras estudiar de manera autodidacta junto a intelectuales e investigadores como el maestro Domingo Martínez Parédez, recorriendo montes y asentamientos que hasta hoy son desconocidos. 

Antes de ello, recuerdo que mi mamá, Bertha María Celis Ku, me conversó que mi abuelo tenía amplia sonrisa y brillos en los ojos cuando volvió a su pueblo natal para presentar su proyecto de vida a finales del año pasado en un evento que realizó la alcaldesa Lizbeth María Cauich Puch a los adultos mayores. Me dijo que tomó el micrófono e informó que, anticipándose a su muerte, está dejando una semilla a sus “hermanos” en sayá (en maya), que es una “fuente inagotable (de agua)”, así como a la generaciones venideras para que el mundo, su mundo, sea positivo.

Paulino Celis es un escultor no reconocido, pero que nunca ha buscado tener “fama” o sacar provecho de su noble profesión.

Aunque no pudo conseguir la piedra ideal para reproducir por cuarta vez dicha figura, ya que es costoso y no tiene apoyo al no ser un escultor reconocido en Mérida, está satisfecho de haberlo terminado y que se haya colocado para que la gente conozca el legado universal de nuestros antepasados mayas, aún vigente en nuestros días. 

“Está en función y girando junto con las galaxias”, dice cada vez que me acerco a conversar con él, mientras está cincelando un retrato que lleva muchos meses detallando. “Tienen que contar los días para recibir la energía que da la tierra. Son 12 meses, cuatro estaciones y una sola medida del cuadrado”, agrega el escultor, quien nació en 1939, tiempos en los que el henequén era el “oro verde” de Yucatán.

Retratos y otras simbologías mayas son algunas obras que ha labrado Paulino Celis durante toda su vida en su casa de Mérida.

Calendarios, dioses mayas y otras figuras como la del venado y tortuga, son algunas de las piezas que ha tallado y vendido con la ayuda de mi abuela Bertha Ku Manzanilla, con quien tuvo 10 hijos (8 hombres, 2 mujeres) y una descendencia de 27 nietos, 29 bisnietos y 3 tataranietos. Muchos de sus trabajos no los ha vuelto a ver, tal y como el primer “Hunab-Ku” que talló entre los montes de Muxupip y Euán y que al parecer, está en algún espacio de la Cervecería Moctezuma, luego de que fuera decomisado a un conocido empresario, quien le demostró no ser su amigo al posesionarse de su arte. Recuerda mucho la escultura e incluso tiene a la mano una fotografía ampliada en su antiguo ropero, por si se atreven a dudar de él.

Entre mis primos y tíos, cuando nos reunimos ya sea en el cumpleaños de “papi” para el 28 de mayo, Navidad o visita imprevista, en la cocina se arma el relajo y entre tanta broma, se dice: “ve con el viejo a que te explique el ‘Hunab-ku’”, porque sabemos que cuando comienza a explicar, no hay quien lo pare. Su respuesta a esto es ya son muchos los que no quieren escuchar y se pasan la vida sin rumbo.

Una de sus esculturas más significativa para Paulino Celis se encuentra en una de las colonias del norte de Mérida.

Cuando comencé a platicar con él y ponerle más atención para escribir este texto, supe que es una herencia de los antiguos mayas que descifró para dejarnos y debemos darlo a conocer porque “Hunab-ku” rige nuestra vida desde el día en el que nos conciben hasta que dejamos la tierra, así como otras aristas en el tiempo, las siembras y cosechas. “No es nuevo lo que estoy dejando; es para los que quieran pensar en todo lo que es la vida de verdad, esto (Hunab-Ku) lo encierra todo”.

Mi “tata” indica que todo esto hay que tenerlo en cuenta desde que nace el sol todos los días para que no exista confusión. “Cualquier día se está ejerciendo la reconstrucción del humano. Es por eso que hay el desastre, nadie se lleva bien, se matan y no saben qué pecado están cargando”.

Actualmente mi abuelo tiene 81 años y es muy poco el trabajo que hace como escultor, debido a sus múltiples enfermedades.

Todo aquel que sepa maya o sea mayero, es capaz de descifrar la escultura que, por cierto, también está plasmada en una de las paredes de su hogar y en la entrada de la tienda de antigüedades ”Candiles”, ubicada en el centro de Mérida, aunque ”papi” es creyente de que: ”Todos tienen su simbología de energía y esta nos la regala la vida para que podamos florecer y dar lo que se tiene en definida fecha”, como en su caso fue.

A sus 81 años, continúa labrando piedras pero no con la misma fuerza, ya que sus enfermedades pulmonares se lo impiden; prefiere pasar más tiempo en la hamaca, leyendo el periódico, ”gustando” la televisión, tomando su pozole, peleando o vacilando de vez en cuando a su compañera de vida, y sí, detallando por ratos el retrato que les comenté porque: ”cuando se hace una cosa, tiene que quedar más que bien”.

Esta nota fue pensada y elaborada por el equipo de Voces Libres. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

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