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“El sueño de Sultana”: Utopía feminista hecha cuento

“El sueño de Sultana” resume el pensamiento de Rokeya Sajawat Hossein, pionera escritora feminista nacida en Bangladesh que impulsó la educación y la liberación de las mujeres musulmanas.  

Texto: Carlos Luna

Portada: Erick Peraza

Imágenes: pexels.com

Mérida, Yucatán.- Cuando Rokeya Sajawat Hossein escribió su cuento utópico “El sueño de Sultana” en 1905, el solo hecho de insinuar cualquier tipo de educación para las mujeres era considerado una blasfemia en la conservadora sociedad musulmana de Bangladesh, que recluía a las mujeres en las zenanas y exigía la realización del purdah, la doctrina de la demonización del cuerpo femenino.

El pensamiento de la escritora, convertida hoy día en un ícono del despertar de las mujeres musulmanas, queda resumido en las pocas páginas de este cuento que reúne elementos de ciencia ficción al tiempo que nos presenta una historia en la que las mujeres han conquistado el ancestral poder de los hombres.

Rokeya Sajawat Hossein escribió “El sueño de Sultana”.

Sultana, la protagonista de nuestra historia, recibe una noche la visita de otra mujer a la que rápidamente identifica como su amiga Sara, quien la invita a dar un paseo por la ciudad. Ni bien salen a la calle, Sultana nota que de repente se hizo de día, y se ve andando por una ciudad distinta a la Calcuta que conocía.

Poco después descubre que está lejos de su hogar. Se sorprende cuando, mientras camina con Sara, no ve a un solo hombre a plena luz del día, y en medio de su vergüenza por no estar cubierta con el velo mandatorio, descubre un mundo nuevo: había entrado en el utópico, científicamente avanzado y paradisíaco País de las Mujeres.

Rokeya plantea una realidad en la que ser mujer es posible fuera de las normas que oprimen al género en los países musulmanes.

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Rokeya nos plantea, en pocos diálogos, una realidad en la que ser una mujer es posible fuera de las normas que oprimen al género en los países musulmanes, pero también una ciudad que se asemeja a un jardín botánico en la que se valora el contacto con la naturaleza, el amor al prójimo y, como en otras utopías literarias, el crimen no existe.

“No temas encontrarte con un hombre aquí. Estamos en el País de las Mujeres, donde el mal y el pecado no existen. Entre nosotras reina la virtud”, le explica la mujer que luego descubre que no es su amiga Sara.

Un mundo de mujeres

Rokeya Sajawat Hossein nos describe una estructura social opuesta a la que era la India imperial de principios del Siglo XX. En el País de las Mujeres, todos los hombres han sido encerrados en la zenana (que significa, literalmente “para mujeres”), donde permanecen voluntariamente, y las mujeres gozan de plena libertad para salir a la calle.

Este lugar, cuenta Sara a Sultana, fue una vez tierra gobernada por los hombres, pero un día la nueva reina heredera, con 13 años, instruye que sean construidas escuelas para mujeres, que pronto adoptan la ciencia y construyen artefactos capaces de almacenar la luz y el calor del sol o que obtienen el agua directamente de la atmósfera.

En algún punto de la historia, nuestras protagonistas son capaces de viajar en un prototipo de auto volador.

En el pasado los hombres se habían concentrado tanto en crecer sus ejércitos, conseguir armas y oprimir a los más débiles, que dejaron en manos de las mujeres el desarrollo de la ciencia. Sara describe el modo en el que su sistema funciona con jornadas laborales de dos horas, la repartición equitativa de los bienes que obtienen de la naturaleza y todos los avances de su sociedad.

Una década después, un conflicto con prisioneros de otro país da inicio a una invasión que las armas y los soldados no pueden contener.

Cuando los hombres son derrotados, las mujeres, impulsadas por su reina y la rectora de una de las universidades, aceptan hacerse cargo de la guerra, pero a cambio piden que los hombres sean apartados en las zenanas para que ellas puedan salir a defender su país.

Los hombres, debilitados y derrotados, ven el encierro como una bendición y dan por hecho que la guerra está terminada. Las mujeres, piensan, no serían capaces de vencer al cruel enemigo, que avanza hacia sus fronteras.

Ser hombre en 2021, no tiene mucha diferencia con ser un varón de los que Rokeya retrata en su literatura.

De un modo que no revelaremos ellas logran lo imposible y se produce un cambio radical: el purdah ahora es cosa de hombres, y la zenana pasa a llamarse murdana. Son dueñas de su vida, enaltecen las virtudes de la paz y ninguna nación se atreve a desafiar su inteligencia. Este es el mundo magistralmente narrarado que Sultana irá descubriendo, y que el lector o lectora interesado puede encontrar en línea.

Una lectura personal de El sueño de Sultana

Si bien el cuento no termina ahí, tenemos suficiente información para reflexionar sobre lo que Bagum Rokeya, como también se conoce a la escritora, nos quiso transmitir en las líneas de una de sus obras maestras.

La historia está claramente dirigida a mujeres. De hecho, el libro que me acercó al cuento es una antología de relatos de mujeres de Bangladesh, editado por mujeres, con una selección hecha por mujeres y con el objetivo de dar a conocer parte del mundo de las mujeres. ¿Por qué me ha llamado tanto la atención, siendo un hombre?

Resulta que ser un hombre en nuestro mundo, me refiero al mundo del 2021, no tiene mucha diferencia con ser un hombre de los que Rokeya retrata en su literatura.

Aunque no podemos acusar a todos los hombres de ser violentos, queda claro que aún hay que combatir ciertos machismos. Cada quien desde su realidad.

Aunque la idea de la paz en la ausencia del crimen y de la violencia masculina parecen un ideal separatista, creo que la autora logra hacernos ver lo que los feminismos marcan hoy: no estamos viviendo en el mejor de los mundos posibles.

El mundo occidental y el de Oriente Medio pueden estar divididos por las mayorías religiosas, sus respectivos extremistas, las lenguas y muchos valores que nos diferencian, pero tenemos que llamar la atención sobre el problema en común que llevó a Rokeya a escribir: la violencia masculina.

No podemos comparar la realidad de hombres latinoamericanos cristianos o indígenas con la de hombres europeos u hombres árabes, judíos, hindús o de cualquier origen étnico. Sin embargo, lo que sí es una constante en la mayoría de los casos es que, a lo largo de la historia, hemos ocupado la totalidad de los espacios.

Cabe reflexionar: ¿Qué hemos hecho con ese poder, injustamente monopolizado? ¿Qué hay de malo en nuestra cultura? ¿Somos machistas? ¿Existe posibilidad de cambiar?

En el caso del mundo árabe-musulmán podemos ver que los efectos negativos del sistema purdah, la represión social de las mujeres y la tradición del matrimonio infantil, algunos de los temas sobre los que Rokeya escribió, son temas de todos los siglos, incluyendo el nuestro, y quedan representados en el fracaso de los hombres en la guerra.

Las mujeres de occidente llevan poco más de un siglo despertando, luchando, buscando su emancipación, vivir más seguras y en un mundo más justo. Como hombres, nos conviene una dosis sana de reflexión sobre las realidades de ellas en nuestro contexto y en otras partes del mundo.

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Rokeya Sajawat Hossein, por ejemplo, dedicó su vida a influir en la educación de las mujeres en la sociedad bengalí de principios del Siglo XX. Fundó escuelas para niñas musulmanas en las que dirigió y enseñó durante décadas y fue clave para que las mujeres rompieran el tabú de ser educadas, una de las claves para construir su propia utopía.

Este nota fue pensada y elaborada por el equipo de Voces Libres. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

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